ASPERGER EN EL AULA, ¿DEBERÍA SABERSE O NO?
ASPERGER EN EL AULA, ¿DEBERÍA SABERSE O NO?
Tres de cada 1.000 niños en España son diagnosticados con el Síndrome de Asperger, aunque estudios recientes elevan esta cifra a uno de cada 250. La mayoría de ellos comparten comportamientos y dificultades a la hora del aprendizaje: problemas en la interacción y comunicación social, patrones de conducta repetitivos, conductas obsesivas por temas y objetos concretos, destrezas motoras finas poco desarrolladas, reacciones desadaptadas ante ciertos estímulos, etc. Desde mi punto de vista, en el caso de que uno de los compañeros de clase presentase este trastorno del desarrollo cerebral, el profesorado como mínimo debería estar avisados acerca de ello.
Aunque un alumno
Asperger pueda poseer una inteligencia promedia para su edad y una memoria
excelente, tenerle en el aula supone al profesor adquirir nuevos aprendizajes
(conocer sus necesidades, personalidad, ser más paciente y flexible…) y adaptar
las tareas escolares, de forma que el alumno pueda mejorar sus competencias sin
sentirse excluido. Un profesor con una formación especializada
logrará garantizar al alumno una enseñanza de calidad y podrá organizar
actividades que favorezcan la igualdad, como trabajos en grupo.
En el caso de que
se haya informado a los niños, que suelen ser más empáticos a menor edad, estos
pueden intentar socializar con él, no hacerle el vacío, ni burlarse de él
simplemente por su trastorno. A los niños Asperger les cuesta
interiorizar las reglas sociales básicas para su integración en el aula, por lo
que si sus compañeros le facilitan esa integración, será más fácil.
Si los tutores en
el aula no disponen de esa información, es difícil que el niño se adapte al
ámbito escolar y pueda desarrollarse y relacionarse con sus compañeros, y si no
se comunica al resto de los alumnos, es muy probable que el niño se aparte del
grupo, volviéndose una persona demasiado solitaria.
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